martes, septiembre 27, 2005

Ausencias



Miro ausente la ausencia de mi mirada, clavada en paradojas y en el miedo, en el miedo de la ausencia permanente de mi mirada, que permanece ausente en este momento, permanece ausente dentro de la ausencia de lo que no está y que lo peor de todo es el no saber de lo que no está. ¿Cómo saber que es lo que no está, si, indudablemente no está? ¿Qué pasa cuando se extraña algo que no está, pero no se sabe que es? No entiendo a que viene esa incertidumbre, esa incertidumbre tan inusitada y tan extraña y tan alejada de lo coherente. Pasa, así es, está pasando constantemente, pero cuando uno se da cuenta ahí es cuando el mundo comienza a girar contrariamente descolocándote de tu lugar, desconcertándote de tu ubicación en este momento en el tiempo. Es como si tus ojos se voltearan mirando algo que no deberían mirar, la nada. Y esa nada, que hace complejas conjeturas de tu realidad, mostrándotela de manera irreal, pero por ningún motivo utópica, sino irrealmente posible, irrealmente real, irrealmente irreal ante la irrealidad de tus irrealidades más reales y concretas. Toda una susceptibilidad de intangibilidades ante tus ojos que miran la nada inmersa en tu realidad. La paradoja de lo que es real e irreal. ¿Qué es real y qué es lo irreal? Lo real es lo irreal, porque se te hace tan inverosímil pensar que tu realidad es así que se torna irreal, pasa a ser tu irrealidad. Por lo tanto tu irrealidad, al ser esta inconcebible, o lo que por teoría es inconcebible, va detrás o inmiscuía en tu inconsciente, pereciendo en el disimulo. Se entiende tan irreal que se pasa por alto, como una aberración a lo concreto, pero a veces lo concreto no es lo real, sino lo intangible que está sobre nuestras cabezas, nuestro supramundo que vive en nuestro inconsciente o en los sueños que se presentan cuando mantienes los ojos abiertos, así como imágenes sin ver, como imágenes sobre puestas a la mirada, que miran la ausencia, que miran la paradoja de mirar sin ver, que miran lo que no está, estando en la ausencia, participando en la nada de lo concreto y yuxtapuesto a tus pupilas ciegas, que sienten cuando algo falta, no lo ven, pero lo sienten como un estupor creciente, naciendo de un brillo en la oscuridad que se presenta frente a ti, frente a tu ceguez, es, esa ausencia de lo que está remotamente ausente sabiéndose como tal, ausente. ¿Y por qué se sabe ausente entonces? Es, por tu inconsciente que lo sabes, es por que tu irrealidad se hace presente, mostrándote lo concreto, que es, la ausencia, el camino ausente que has de olvidar en algún momento en el tiempo, la ausencia de tus ojos hacia la nada, hacia un todo que crees que es nada, siendo nada, lo es todo, y ese todo, la gran ausencia en todo que lo crees todo siendo nada. La ausencia de un mañana, la ausencia de que existe un mañana que ahora, lógicamente, no está. La ausencia de un amanecer plagado de todos a la espera que abras tus ojos y sientas que esa irrealidad era real ahora, al despertar en el lecho de lo que sentiste era ausencia, es el sol mirando tus ojos ya no ausentes, sino presentes en el conciente que ayer fue inconsciente, consciente que el miedo vuelva a surgir como un sentimiento ausente, dentro de la nada irreal…

lunes, septiembre 26, 2005

Desde la ventana de mi haber

La lluvia golpea mis ojos, golpeando la ventana de mi haber, esbozando una sonrisa inerte en las puertas del no desear, disipando una lágrima mojada del rostro de la convicción y desesperando la esperanza del sentir. El sol derrite mis dudas adornando un caldo añejo, las nubes dibujan la oscuridad, como sombra a la pulcritud, mientras que el mundo adorna mi mirada, como mirando un espejo roto, reflejando la estrella más lejana, hilvanando la constelación de mi cuerpo, derritiendo soles, mojando mares, llorando lágrimas, volando cielos que sonrien palabras y hablan risas, gritando miradas y mirando silencios, puliendo una ceguez, que mira mi entorno; resbalando colinas, para llegar a una cima. El tiempo acaricia mi piel de terciopelo, aislando sarpullidos mudos. Mis manos toman el aire, adueñándeselo y esparciéndolo en mi rostro, golpeado por gotitas intermitentes, que nacen del cielo, donde clavo mi mirada, desde la ventana de mi ser…

jueves, septiembre 15, 2005

Será.


“…Será cuando el tiempo nos ampare, que dejaremos de sentir esta anciedad. Será cuando el mundo nos ampare, que dejaremos de sentir esta necesidad. Será cuando el movimiento natural nos reintegre, que dejaremos de sentirnos inútiles. Será cuando volvamos a estar ciegos, que dejaremos de sufrir. Será cuando volvamos a sentir sin pensar, que dejaremos de ser irreales. Será cuando aprendamos a pensar, que dejaremos la ineficiencia a un lado. Será cuando aprensamos a sufrir, que dejaremos el odio. Será cuando aprendamos odiar, que sentiremos que el amor existe. Será cuando aprendamos a observar, que nos daremos cuenta que existe un mundo colectivo. Será cuando cerremos nuestros ojos, que vislumbrará nuestro mundo interior. Será cuando conoscamos la soledad, que existen los demás. Será cuando el tiempo nos alcance, que dejaremos de dilatar nuestra vida. Será cuando reinen nuestros sentimientos, que dejaremos a la humanidad sin existencia. Será cuando comencemos a soñar, que dejaremos nuestro peso, nuestra carga, nuestra densidad. Será cuando creamos en un ideal, que dejaremos de ser los peores. Será cuando dejemos de creer en un ídolo, que nuestra vida nacerá. Será cuando vivamos todo esto… que la muerte nos alcanzará”.

martes, septiembre 13, 2005

La palabra



Las cosas que se resbalan por mis neuronas, las órdenes que bajan desde mi cabeza, esas palabras, que quieren llegar a mi lengua, para humedecerse y salir de estos labios prisioneros de mis sentimientos y emociones, de estos labios que encierran mi alma, que no dejan la simple expresión o el sentido de explayarse de los más oscuros y lindos pensamientos, de los sentidos que quieren su lugar para hacerse presente y caer como rocío acariciando cada átomo que se cruce por el camino que quieren recorrer, ellas, las palabras, la expresión, el deslice, vocal por vocal, queriendo, entendiendo, comprendiendo, apreciando cada unísono y composición posible, fijándose en cada sujeto y predicado, viendo desde arriba la oración, enamorándose de las oraciones yuxtapuestas, del verbo y de cada preposición que se haga presente, esa estructura, ese fluir de vocales correctamente bien expresados y explayados hacia un alcance, hacia una meta, hacia un fin, que es o son nuestros deseos, que tratamos de hacerlos saber, para una apreciación, para un admiramiento, para una alucinación de lo que va de tras de cada frase, oración o párrafo expuesto para cierta situación, para cierto requerimiento o la necesidad de obtener lo que nuestro querer nos ordena... es... lo que intento decir, escribir o la forma necesaria de expresar lo que mis deseos, ganas, impulsos, sentidos y sentimientos crean necesarios. Ellas actúan y deben actuar para una necesidad, no para un lujo, es lo que nuestra vida y contexto nos presione, de tal forma de hacer lo limitadamente posible, de no basarse en la mala utilización de este hermoso lenguaje para fines de lucro personalmente atrayente para el mercado de lo circunstancial y superficialmente engañador, en el sentido de obtener riquezas y complementos para la horrenda vida corrupta y vil, de lo que opaca este mundo, los papeles y monedas que nos mueven para comprar nuestras propias vidas y de las de nuestros hijos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos; es, aunque muchos no estén de cuerdo, lo que nos hacen la felicidad. ¿Felicidad?, ¿qué es eso? Es un sentimiento pasajero que nos provoca la cierta circunstancia de poseer lo necesariamente alcanzable para formar una “felicidad” sobre la base de especies materiales y positivas, fuentes confiables para este mundo insano y aberrado, alejado de lo esencial, que no va de cuestiones ideológicas, religiosas ni doctrinales, es, lo que nos mueve, pero sin que la masa lo entienda ni quiera, sin embargo, que le vamos a hacer, no hay solución alguna, estamos perdidos dentro de este antro de desgracias y de actos sombríamente asquerosos donde la creación más hermosa y útil queda minimizada a lo superfluo e inutilizable para medir, intermediar y negar lo inverosímilmente posible. Nadie le hace caso, a ella, ente hermoso, único, solucionador y perfecto que pueda existir: la palabra, el lenguaje, en su sentido más estricto. Eso que nos sale desde nuestro interior, pero que no le hacemos caso, eso que nos dice nuestra esencia, nuestra capacidad de nobleza, nuestra versión más esperanzadora y versátil, esa palabras, esas letras, esas vocales, esos párrafos, esas estrofas, bellas y comunicadoramente puras. Esos sentidos que nos nacen desde nuestros rincones más inesperados, ese lenguaje que se convierte al salir de nuestros labios, de nuestras bocas, húmedas y ansiosas, mecánicas y poéticas, inermes e indefensas y utópicas... nuestras bocas, nuestros labios, que nos dicen y nos hacen implorar lo mágico del perfecto lenguaje que sale desde nuestras almas...

lunes, septiembre 12, 2005

Momentos de vacíos

El peso de lo intangible me hunde cada vez más, me aprisiona en sus yagas, caigo a lo profundo, ese profundo infinito, tan cercano a lo irreal, que es mi realidad plena, ineludible, inherente, e ineluctable. Sale de mis vacíos para mezclarse con mis sombras, oscureciendo lo sombríamente iridiscente, atrayéndome a posarme en ese inimaginable e indescriptible estado, el cual ya he vivido muchas veces, el cual ya lo he sentido muchas veces.
La agonía de lo imposible ha inquietado mis miedos, los ha dejado paralíticos, perplejos. Lo agónico se sitúa delante mis ojos, distorsionándome la vista, energizando mi realidad, haciéndola vislumbrar por sobre todas las cosas, canalizando cada momento y un sin fin de probabilidades lloviendo desde mi cielo creando el arco iris más luctuoso que jamás halla visto, reflejando su lobreguez, hacia mis pupilas, haciéndome ver nítidamente los movimientos del mundo para conmigo.
La caída de las hojas secas se vuelve interminable, caen y caen, danzando con el viento que las aleja de su hogar, llevándolas a un lugar quizás demasiado inhóspito para su sensibilidad. El cielo llora, a cántaros, llora y llora, y ese llanto no deja ver lo lindo de su profundidad, lo lindo de sus colores. Escupe sus miedos, los aleja, aunque sabe que volverán, pero necesita desahogarse, romper su impotencia, alejar la implosión de su cuerpo y exacerbar lo hermoso de la contrariedad, que, naturalmente es inestable y efímera.
Mi cuerpo llora, mi cuerpo es mojado por la tierna lluvia, por esas interminables lágrimas, que acarician mi piel, que acarician mis sentidos y que acarician mis sentimientos, drenados a lo abstracto, de naturalidad tan hermosamente enajenante que chocan con mi materialidad artificial.
Ese mundo, tan lindo y tan lejano, así es, tan lejano, en este momento, que lo único que siento es que no estoy viviendo en ese mundo, estoy, viviendo en un mundo paralelo, mi mundo, interior, que se distorsiona para hacerse presente y llenarme de vacíos completos, completamente llenos de implosiones, que se apoderan de mi ser, de mi cuerpo y no me dejan vivir, no me dejan explayarme en este mundo común, el cual quiero disfrutar, antes de mi aparente muerte mortal... que, evidentemente no sé cuando llegará.
No sé cuando llegue ese amigo, porque es mi amigo, me ha visitado muchas veces.... y me ha dicho siempre que volverá. Lo dice como su sello, como su firma, como una manera de cerciorarse que nosotros sepamos que volverá, pero, me ha dicho que, alguna ves que vuelva, una de tantas veces, va a ser definitiva... y se quedará con mi vida y se quedará con todo, con todo lo que respecte mi materialidad. No sé cuando será ese día, pero voy a hacer lo posible para que cuando llegue, posea la serenidad necesaria para aceptarla y saber que no dejé nada pendiente... nada por hacer, nada esencialmente necesario por hacer.
La esperaré dignamente, pero espero que no sea ahora, ni en ningún momento como este, porque le faltaré el respeto y no dejaré que me lleve de esta manera, ya que, mi futura intangibilidad será molestada, será distorsionada por mi insaciabilidad, que lo ha provocado, este mundo, naturalmente bello, mágicamente bello, pero concretamente horripilante, lo cuál me ha dejado discapacitado para vivir, sincronizadamente, junto a mi cosmos en armonía con mi materialidad... la cuál lucho para que no sea en vano...

domingo, septiembre 11, 2005

Una tierna noche rutinaria


(Una noche como todas... de las que todos queremos disfrutar. No es más que exacerbar la pasión por el sexo opuesto).
Me gusta la lluvia. Me gusta cuando llueve torrencialmente y todos corren a cobijarse dentro de sus respectivos abrigos incondicionales, las aves bajo alguna acondicionada cornisa, que, dentro de su coraza resguarda hogares, y ellos, familias acurrucaditas cerca de algún calor y/o bajo las frazadas en una acogedora cama también muy abrigada. “¿Yo?, yo corro hacia ti”. Me acuesto con mi cuerpo entumecido a su lado y siento el calor de su piel, su cariñoso abrazo apretándome muy fuerte. Mi cabeza apoyada en su pecho saboreando el primoroso aroma a flores, una dulce esencia que emana en mí unos deseos irresistibles de besarla, besarla en su pecho descubierto, saborear sus hombros acercándome pausadamente a su cuello fino que hace juego a su desnudez, rozando mi nariz con su desparramado y más que ondulado cabello... “Me haces cosquillas...”. Su cuello es extremadamente utópico. Con mis labios envuelvo discretamente su lóbulo derecho y lo beso apaciblemente como si fueran sus labios, una mano acariciaba su rostro, y ella, buscaba con sus labios mi pulgar y lo besaba tan superficialmente que parecía solo un roce, mi otra mano recorría sus caderas desde su ombligo, de lado a lado, hasta el comienzo de la gloria. El ambiente, abrumado por el calor impaciente que comienzan a emanar nuestros cuerpos. Ella susurra en mis oídos murmullos de satisfacción todavía insaciables y ansiosos de seguir, el murmullo armonioso que dicta en mis oídos parece atravesar todo mi cuerpo, mientras que yo también atravieso su cuerpo. Ya en esos momentos de placer infinito beso el color rozado de la cima de sus montañas. El vaivén de mis caderas coordinado con sus caderas se torna cada vez más escalofriante, llegando a su punto culmine. Sus manos esparcen el sudor de mi espalda, yo esparzo el sudor de sus piernas, ella desordena mi cabello, mis yemas acarician sus labios bajando por su cuello lentamente, sigo bajando y me detengo en uno de sus montículos, utilizando mis palmas para moldearlo. Ella goza, cierra sus ojos, y su respiración aumenta con exabrupto persuadiendo mi placer íntimo a lo explícito, apurando mi agitación sofocadora, tórrida, sintiéndome en el aire, regocijándome, regocijándonos... mi adrenalina aumenta... la sangre hierve... el roce de nuestros pubis alcanza un deseo inefable... nuestra velocidad aumenta... el clímax se expande, me abate, me hace soñar, me hace alcanzar el horizonte, tocar las estrellas, quemarme con el fuego de su cuerpo... caigo a tierra, estoy en su cama, con ella, desvanecidos, abrazados como si fuéramos uno. Ya no hay estrellas a mi alrededor ni horizonte que alcanzar ni sueños que exacerbar ni deseos que exhortar. Ya no hay lluvia, ya no hay que abrigarse, ya no hay aves bajo las cornisas, ya no hay familias acurrucaditas, hay que recuperarse porque las nubes otra vez están negras, parece que va a llover.

Mañana viviré


Las cosas, las historias, los acontecimientos, los hechos, etc. Tienen un punto final y muchos puntos seguidos, pero muchos puntos seguidos. Y a veces se torna problemático cuando no sabes si un punto en tu historia, hecho, o lo que sea, es seguido o final. ¿Cómo saberlo? Si a veces les pones punto final, pero con el tiempo te das cuenta que no es un punto final, sino un punto seguido. Entonces piensas si realmente debiste haberle puesto un punto final cuando realmente ¡¡solo era un punto seguido!! Estas mismas señales de continuación, por decirlo de alguna manera, son las que te demuestran que tus pasos han sido erróneos y que quizás las cosas no salieron mal, sino que con las vueltas de la vida se te ha demostrado que al caerte, puedes levantarte otra vez y otra vez, hasta que sea necesario seguir de pie y encontrarte de frente con cualquier barrera con tal de poder saltarla satisfactoriamente y así poder estar listo para cualquier obstáculo para volver a caerte y levantarte otra vez, para seguir de pie y seguir corriendo por tus anhelos, así sea necesario sufrir de una manera tal que pienses que es el fin, pero no lo es, nada tiene fin, nosotros somos todo y por tal hay que vivir todo. No sé que hacer cuando después de varios intentos de puntos finales me doy cuenta de que solo son puntos seguidos y que la historia no ha terminado donde yo pensé terminarla, sino que hay mucho más. He cimentado caminos para poder pasar libremente como yo quiero pasar, aunque no siempre se puede hacer lo que uno quiere, pero la esencia es siempre tratar de hacer lo que uno mas puede y sentirse pleno. Hay que fluir, fluir en el torrente de nuestro camino y a veces hay que confiar en lo que tu energía puede canalizar, puesto que si la sientes, es porque puedes crear cosas hermosas y vivirlas en el nido de amaneceres y crepúsculos que te estigmatizan diario a diario fortaleciendo lo que mas importa... el mañana.

sábado, septiembre 10, 2005

Oda al silencio

Me ensordece. Así es, me ensordece. Este silencio grita en mis oídos. El silencio en mi habitación es tan exageradamente precioso. Tenue, pero a la vez escandaloso, atónito, como igualmente apacible, que produce en mí una paz inusitada, por mi condición de ser distorsionado, en lo que mentalmente se refiere. Se podría hacer referencia en cuanto a mi ser respecta, de, una luz inmensamente enseguesedora opacando lo sombrío de una cueva. O también como el irreversible ardor de la llama de un fósforo dentro de una habitación oscura. Es, desconcertadamente inefable, mitigando el ambiente. Un ambiente aplastado, pisoteado por un vacío, por un silencio. Un vuelco, pero sin ser coactado. Se puede escuchar el suave ronquido del mar extendiéndose por millones de años luz cobijándose en el sublime canto de las estrellas, en conjunto, adornando este silencio que cae como rocío humedeciendo la serenidad del aire que arrastra una fugaz presencia de utopías que moran en el negro azulado del inescrutable cielo que mancha mis pupilas con este paisaje compuesto de una infinitud de colores, abstractos para el ojo humano y que a pesar de su lobreguez, dan vida a este vacío. Es como un mero respeto a la supremacía de este silencio, profundo, insondable y suntuoso. Renací del averno para sentir este momento, este preciso momento, este preciso silencio en este preciso lugar, que es, mi cuerpo, saciado inexplicablemente por la algarabía de este silencio turbador, que trasiega en momentos, y en otros te atenúa a tal punto de no sentir la carne, los sentidos. Ver el mundo, pero no escucharlo, no escuchar su furia, no sentir su frialdad. Admirar la altura despampanante de la cadena de cerros cobijando en sus cabezas una gama de nubes que bailan irónicamente para esta noche, hermosa, en silencio, exhibiéndose para mi deleite dejándome inerme ante esta naturalidad que se ha silenciado y se ha dejado sentir, que me ha silenciado y me ha hecho sentir, que me ha envuelto, que me ha dejado entrar a su burbuja y que me ha atacado con su melodía abstracta. Y con un silencio.