miércoles, marzo 25, 2009

Inmovilidad en la cascada







En cuanto pare de mirar a la nada, se convergerá un todo que inundará hasta mis espacios más lejanos… mientras que caigo en incertidumbres relativas… sólo siento. Siento que el aire se vuelve espeso con solo mirarlo y que pasar la mano entre medio queriendo cortarlo como una navaja, sólo me produce una sensación de vacío. Es como sentir que algo espeso se mueve frente tuyo, pero que en cuanto lo miras o lo tratas de sentir, se convierte en un espacio más que ausente. Difícil disyuntiva, mientras que el sol sigue siendo el mismo que quemaba mis ojos ayer y antes de ayer.
¿Debo tomar esto como una continuación a la rutina? Empero, ¿Cuál rutina? ¿La de respirar, vivir? Si considerara eso como rutina, sería el prólogo de un suicidio anunciado. Más bien podría decir que es el aburrimiento, el aburrimiento como el absurdo de no reírse de lo común, que a todo esto, es la comedia más simple de llevar. Pero el hecho de despertar de la nada y encontrarse con un todo que te abruma es casi desgarrador, de modo que sentirse absurdo en esos parámetros sería totalmente comprensible y el hecho que después de un cigarrillo y una chupada al mate no conlleve a escribir un poema sobre arco iris y mariposas no necesariamente significa estar ensimismado, alicaído, ya que en situaciones como esas, escribir ese poema sería caer en un eufemismo patético.
De allí que escuchar el viento con los ojos cerrados y sintiendo que no hay nada bueno allá afuera no es tan malo como parece. Aunque tampoco es necesario comenzar a escribir una novela negra para auspiciar lo bizarro y lo crudo como conceptos que representen mi actual momento. Sólo basta con colocar algún disco de jazz y así no sentirme tan loco, o por lo menos sentirme acompañado en este pequeño caos que, con un buen solo de saxo daría satisfacción a mis minutos que a veces se escurren como el agua en tus manos y a veces parecen estancados como en la mejor fotografía.
Esa imagen si que es representativa, la fotografía de un reloj, la inmortalidad del tiempo y la porfía de los minutos en avanzar cuando sólo necesitas de aquello. En contraste, podríamos fotografiar una poca estruendosa cascada, en caída libre hacia un sin lugar. Eso vendría bien, pues, me declaro en estos momentos la mejor representación de Salvador Dalí, en cuadros como La persistencia de la memoria o Galatea en las esferas. En fin. Aunque en mi caso, un buen nombre podría ser… “Inmovilidad en la cascada”.
En cualquier otra situación me parecería un tanto extraño, ahora ya no da para aquello.