Sin saber se amaron. Si saber se odiaron. Sin saber no sabían de nada, absolutamente nada… a veces, ni siquiera de ellos mismos. Es como la lluvia cae el cual ellos se encontraban y se abrazaban efusivamente, un abrazo que unía sus cuerpos, un abrazo que desvanecía aquella agónica espera. Es como las hojas secas que vuelan con el viento el cual ellos se esparcían por el mundo como dos partículas infinitas y suntuosas, se esparcían por las calles como aluvión de naturaleza sonriente, se jactaban de ser capullos dando vida, se reían de ser ellos y no ser para el mundo.
Sin saber muchas cosas, ellos lo sabían todo. Se sabían suyos, se sabían de nadie. Y caminaban por parques repletos de sueños inexistentes, parques sumergidos en el aire donde ellos podían volar por donde quisieran sin hacer alusión a los ojos del entorno… y se miraban, siempre como si fuere la primera vez que lo hicieron, con sus rostros estáticos dejando la expresión para el molde de aquellas ventanitas que reflejaba el estado de sus almas, sus ojos eran la puerta para que cada uno entrase al mundo del otro y abrazase cada fulgor que allí nacía como consecuencia del escalofrío eléctrico que sentían en sus corazones mientras pasaban los segundos y ellos estaban allí… mirándose fijamente, besándose con la mirada, abrazándose con las pestañas que se convertían en dulces brazos aterciopelados. Un pestañeo significaba una pausa eterna en que retomaban el aliento para luego sonreír y convertirse nuevamente en almas volátiles que vagan tomadas de la mano y en momentos, iniciar una retórica que acudía desde lo más pragmático a lo más abstracto… y era allí, donde sus palabras aterrizaban para quedar en el aire y cerraban sus labios para acariciar lentamente la oda al silencio… que atenuaba el tiempo, lo convertía en algo inexistente y por ende, cada concepto caía a los avernos más lejanos para dejar sólo un vacío, llenado por ellos… era su todo, era su mundo, su mundo… donde ellos eran amantes, amantes empedernidos, los mejores amantes y los peores. Mientras coexistía ese vacío junto al mundo, ellos eran amantes eternos, nadie lo sabía; solo los objetos, solo los paisajes, solo los sueños, solo la inexactitud del tiempo y la concreción del presente, quizás la relatividad del futuro y también un par de párrafos incrustados en alguna sombra por ahí.
Y era esa sombra quien los atacaba, se convertía poco a poco en un sicario que obraba en son de la razón, esa razón mal intencionada que los quería asesinar, que los quería alejar tan cruelmente, como aplastar un capullo y no dejar que nazca aquella hermosa mariposa y alce sus alas para emprender un vuelo lleno de vida y libertad. Era esa sombra quien los acechaba, vilmente y peligrosamente. Se escabullía de esquina a esquina, entre un mundo y otro, incluso, tras cada palabra. Ellos volaban y la sombra era aquella nube que los inquietó. Ellos caminaban y sentían que eran seguidos… sabían de su existencia, le temían hasta más no poder. Ellos hablaban y en momentos sentían que sus bocas se adormecían… sabían que aquella sombra andaba por allí, escuchando e intimidando.
Sus almas lloraban. Sus corazones lloraban y ellos no podían más con todo esto. No sabían si el tiempo comenzaba a carcomer las ilusiones o era un factor que necesariamente tenía que obrar para que sus incertidumbres se convirtieran en lo que ellos anhelaban con tanto ímpetu.
Mientras tanto, aquella sombra hacía de las suyas, atacaba donde más dolía, no era un ataque directo. La sombra sabía lo que hacía, no por nada ya lo había hecho antes, esto no era un juego nuevo, su experiencia sobrepasaba cualquier manera de resistencia. La sombra sabía como atacar las palabras, convirtiéndolas solo en un pensamiento tímido, convirtiéndolas solo en una escritura íntima y encarcelada tras las rejas de la pesadumbre y el dolor. Era la sombra quien manejaba los tiempos de cada situación y pensamiento, sabía que había que atacar el génesis para que cada acto fuera infructífero y desapercibido, no debía nacer una consecuencia fluida y llena de esperanzas.
Los amantes lo sabían y caían en asperezas casi desesperadas, buscaban respuestas y terminar de una vez por todas con esta sombra, que los había seguido hace mucho y que los había atacado sutilmente causando un efecto adverso para sus pretensiones que a cada minuto se hacían más fuertes… pero ellos se abrazaban y se dejaban sentir, se miraban y sentían que nada de lo que pasaba y atentaba importaba mientras ellos estaban allí, siendo suyos, pero no siendo a la vez, se sabían suyos, pero no lo eran; y eso mitigaba cualquier indicio de expresión fluida como torrente implacable, como lluvia torrencial, como efecto gravitatorio… a veces si caía una leve lluvia de palabras, un poco medidas, un poco cuidadas, pero que dejaban un portal inmenso para que solo entrase aquel magno sentimiento que dejaba al olvido todo el mundo, toda la existencia de lo que ellos no querían ser parte… y se abrazaban nuevamente, mucho más fuerte que antes y comenzaban a volar nuevamente por aquellos parajes que solo eran de ellos y se perdían del todo exterior, sintiendo un grito de impotencia que silenciaba el rozar del viento en las copas de los árboles, que silenciaba la caída de las hojas en un pavimento discontinuo y lleno de baches. Sus ojos tristes se miraban y querían más que nunca salir corriendo para mirarse nuevamente como si fuera la primera vez. Sus brazos débiles se levantaban para tomarse de las manos y sentir ese calor que continuamente los hacía sentirse unidos. Sus sonrisas nuevamente salían a la luz para darse a entender que seguían sintiendo ese escalofrío eléctrico que los inundaba a cada minuto. Sus manos se envolvían recíprocamente para caer nuevamente en esas caricias tibias y sutiles, sintiendo sus cabellos suavemente, sintiendo sus rostros anegados por la congoja, sintiendo cada detalle de sus bocas y sus palabras invisibles cayendo poco a poco en una brisa que los rodeaba y los unía más y más, sintiendo como el imán de sus cuerpos los acercaba poco a poco, cada vez existiendo menos distancia entre ellos, entre sus cuerpos, entre sus rostros, entre sus bocas, entre sus alientos, entre sus silencios… no sabían que se amaban, no sabían que se odiaban, no sabían nada de ellos sabiéndolo todo… mientras la sombra seguía allí, observándolos, se irritaba a veces, pero se tranquilizaba en otras… ellos la miraban de soslayo, ellos no sabían como encontrar la certidumbre para aquel sombrío mañana… quizás eso no lo sabían y quizás nunca lo sabrán, pero se dieron cuenta que siempre van a ser ellos… aunque no estén juntos ahora, aunque nunca se hallan besado, aunque la adversidad haga de las suyas… ellos siempre van a ser, los amantes que nunca pudieron ser.