lunes, abril 30, 2007

¿Cuando la noche devoró mi cuerpo?


¿Cuándo la noche devoró mi cuerpo?
Han sido tantas que no podría recordar
Tantos ensueños
Tantos rubores tétricos
Y todo se devora mutuamente
Junto a placeres lánguidos
Y éxtasis revolucionarios.

La noche devoró mi cuerpo
Lo sustrajo de un claustro abstracto
Y de un universo palpable
Donde a veces los silencios callan
Donde los silencios hablan en otro idioma
Y la algarabía llueve en cada rincón
Donde también duerme la muda serenidad.

Y aún no recuerdo
¿Cuándo la noche devoró mi cuerpo?
Así como los pensamientos a veces devoran la expresión
Así como el frío devora el movimiento
Así como la lejanía se devora el horizonte
Así como el momento se devora al pasado
Tan fugaz, tan implacable.

¿Estarán implicados los sueños?
Esos que me despiertan cada noche
Para perseguirme y adornarme con irrealidades reales
¿Estará implicado el insomnio?
Aquel que duerme mis sentidos y los cobija
Bajo la cornisa de la nada y nada misma
Incluso, ¿Estaré implicado yo?

Es en disonancia como se oscurece
Si es el sol el que cae al abismo
O la noche quien desciende al submundo
Son los matices los cómplices
Como una estrella con una túnica
O un halo de luz cayendo de lugar en lugar
En cada segundo de belleza rebozante.

Quizás todo empezó por capítulo
Mi mirada fue la primera en perderse
Jubilosa de estar flotando en cada lugar
Lidiándose con cada estela de susurro
Revolcándose en los jardines de la infinitud
Y corriendo de una estrella a otra
Hasta perderse en un vacío de negro absoluto.

Tal vez siguió la mente
Augurando mundos de quimeras
Posándose en la volatilidad de la vida
Armando constelaciones a su antojo
Ideando una colectividad de despojos vagos
Y murmurando que la profundidad ya no lo es
Hasta desligarse y yacer en un moribundo lugar.

Mi inconsciente siempre observó sereno
Fumaba mientras callaba
Improvisaba ciertos delirios a ratos
Y escribía su nombre en el aire
Mientras miraba atento la sensación de caer
Y lobreguecer en un sueño despabilado
Hasta cerrar sus ojos y callar en algún rincón del cielo.

Entonces mi cuerpo arribó huérfano
Caminando fugazmente en la incertidumbre
Llevando el peso de la bohemia
Y abrazando cada estrella al paso
Caía rendido, a veces
Y deslumbraba ausencia junto a todos
Hasta sentirse olvidado e indubitado.

La noche devoró mi cuerpo
Acariciándolo con prosas susceptibles
A la ternura de un bar
A la amalgama de quimeras en cada esquina
Frente a la mirada irrisoria del alba
Junto al gélido acorde del tiempo
Arrimado a la límpida euforia de mis pensamientos…

¿Cuándo la noche devoró mi cuerpo?
Desde cada noche de existencia
Al entrar por las puertas del crepúsculo.

sábado, abril 14, 2007

Mudos


Sin saber se amaron. Si saber se odiaron. Sin saber no sabían de nada, absolutamente nada… a veces, ni siquiera de ellos mismos. Es como la lluvia cae el cual ellos se encontraban y se abrazaban efusivamente, un abrazo que unía sus cuerpos, un abrazo que desvanecía aquella agónica espera. Es como las hojas secas que vuelan con el viento el cual ellos se esparcían por el mundo como dos partículas infinitas y suntuosas, se esparcían por las calles como aluvión de naturaleza sonriente, se jactaban de ser capullos dando vida, se reían de ser ellos y no ser para el mundo.

Sin saber muchas cosas, ellos lo sabían todo. Se sabían suyos, se sabían de nadie. Y caminaban por parques repletos de sueños inexistentes, parques sumergidos en el aire donde ellos podían volar por donde quisieran sin hacer alusión a los ojos del entorno… y se miraban, siempre como si fuere la primera vez que lo hicieron, con sus rostros estáticos dejando la expresión para el molde de aquellas ventanitas que reflejaba el estado de sus almas, sus ojos eran la puerta para que cada uno entrase al mundo del otro y abrazase cada fulgor que allí nacía como consecuencia del escalofrío eléctrico que sentían en sus corazones mientras pasaban los segundos y ellos estaban allí… mirándose fijamente, besándose con la mirada, abrazándose con las pestañas que se convertían en dulces brazos aterciopelados. Un pestañeo significaba una pausa eterna en que retomaban el aliento para luego sonreír y convertirse nuevamente en almas volátiles que vagan tomadas de la mano y en momentos, iniciar una retórica que acudía desde lo más pragmático a lo más abstracto… y era allí, donde sus palabras aterrizaban para quedar en el aire y cerraban sus labios para acariciar lentamente la oda al silencio… que atenuaba el tiempo, lo convertía en algo inexistente y por ende, cada concepto caía a los avernos más lejanos para dejar sólo un vacío, llenado por ellos… era su todo, era su mundo, su mundo… donde ellos eran amantes, amantes empedernidos, los mejores amantes y los peores. Mientras coexistía ese vacío junto al mundo, ellos eran amantes eternos, nadie lo sabía; solo los objetos, solo los paisajes, solo los sueños, solo la inexactitud del tiempo y la concreción del presente, quizás la relatividad del futuro y también un par de párrafos incrustados en alguna sombra por ahí.

Y era esa sombra quien los atacaba, se convertía poco a poco en un sicario que obraba en son de la razón, esa razón mal intencionada que los quería asesinar, que los quería alejar tan cruelmente, como aplastar un capullo y no dejar que nazca aquella hermosa mariposa y alce sus alas para emprender un vuelo lleno de vida y libertad. Era esa sombra quien los acechaba, vilmente y peligrosamente. Se escabullía de esquina a esquina, entre un mundo y otro, incluso, tras cada palabra. Ellos volaban y la sombra era aquella nube que los inquietó. Ellos caminaban y sentían que eran seguidos… sabían de su existencia, le temían hasta más no poder. Ellos hablaban y en momentos sentían que sus bocas se adormecían… sabían que aquella sombra andaba por allí, escuchando e intimidando.

Sus almas lloraban. Sus corazones lloraban y ellos no podían más con todo esto. No sabían si el tiempo comenzaba a carcomer las ilusiones o era un factor que necesariamente tenía que obrar para que sus incertidumbres se convirtieran en lo que ellos anhelaban con tanto ímpetu.

Mientras tanto, aquella sombra hacía de las suyas, atacaba donde más dolía, no era un ataque directo. La sombra sabía lo que hacía, no por nada ya lo había hecho antes, esto no era un juego nuevo, su experiencia sobrepasaba cualquier manera de resistencia. La sombra sabía como atacar las palabras, convirtiéndolas solo en un pensamiento tímido, convirtiéndolas solo en una escritura íntima y encarcelada tras las rejas de la pesadumbre y el dolor. Era la sombra quien manejaba los tiempos de cada situación y pensamiento, sabía que había que atacar el génesis para que cada acto fuera infructífero y desapercibido, no debía nacer una consecuencia fluida y llena de esperanzas.

Los amantes lo sabían y caían en asperezas casi desesperadas, buscaban respuestas y terminar de una vez por todas con esta sombra, que los había seguido hace mucho y que los había atacado sutilmente causando un efecto adverso para sus pretensiones que a cada minuto se hacían más fuertes… pero ellos se abrazaban y se dejaban sentir, se miraban y sentían que nada de lo que pasaba y atentaba importaba mientras ellos estaban allí, siendo suyos, pero no siendo a la vez, se sabían suyos, pero no lo eran; y eso mitigaba cualquier indicio de expresión fluida como torrente implacable, como lluvia torrencial, como efecto gravitatorio… a veces si caía una leve lluvia de palabras, un poco medidas, un poco cuidadas, pero que dejaban un portal inmenso para que solo entrase aquel magno sentimiento que dejaba al olvido todo el mundo, toda la existencia de lo que ellos no querían ser parte… y se abrazaban nuevamente, mucho más fuerte que antes y comenzaban a volar nuevamente por aquellos parajes que solo eran de ellos y se perdían del todo exterior, sintiendo un grito de impotencia que silenciaba el rozar del viento en las copas de los árboles, que silenciaba la caída de las hojas en un pavimento discontinuo y lleno de baches. Sus ojos tristes se miraban y querían más que nunca salir corriendo para mirarse nuevamente como si fuera la primera vez. Sus brazos débiles se levantaban para tomarse de las manos y sentir ese calor que continuamente los hacía sentirse unidos. Sus sonrisas nuevamente salían a la luz para darse a entender que seguían sintiendo ese escalofrío eléctrico que los inundaba a cada minuto. Sus manos se envolvían recíprocamente para caer nuevamente en esas caricias tibias y sutiles, sintiendo sus cabellos suavemente, sintiendo sus rostros anegados por la congoja, sintiendo cada detalle de sus bocas y sus palabras invisibles cayendo poco a poco en una brisa que los rodeaba y los unía más y más, sintiendo como el imán de sus cuerpos los acercaba poco a poco, cada vez existiendo menos distancia entre ellos, entre sus cuerpos, entre sus rostros, entre sus bocas, entre sus alientos, entre sus silencios… no sabían que se amaban, no sabían que se odiaban, no sabían nada de ellos sabiéndolo todo… mientras la sombra seguía allí, observándolos, se irritaba a veces, pero se tranquilizaba en otras… ellos la miraban de soslayo, ellos no sabían como encontrar la certidumbre para aquel sombrío mañana… quizás eso no lo sabían y quizás nunca lo sabrán, pero se dieron cuenta que siempre van a ser ellos… aunque no estén juntos ahora, aunque nunca se hallan besado, aunque la adversidad haga de las suyas… ellos siempre van a ser, los amantes que nunca pudieron ser.

martes, abril 03, 2007

Remordimiento



Parece una eterna caída
Sin caer en nada
Sólo en esos momentos
De pausas y vigilias
Donde el paisaje duele
De ser pero no parecer
Yo soy… ¿Pero parezco ser?
No quiero caer en la densidad del cuestionamiento
Tampoco en el abismo y el escape
Entonces he ahí este silencio…
No quiero pensar que me habla
Yo sólo lo escucho
No quiero pensar que veo sin observar
Yo sólo miro
Y me plasmo como paisaje
Adherido a esta pena
Y me vuelvo surrealista
Al amparo de la locura…
Tampoco quiero rebobinar y llorar
Yo sólo recuerdo…
Ahora si que caigo
Flotando en la lágrima de la tristeza
Y me estremezco de estar allí
Amordazado y anonadado
No quiero preguntar el porqué
¿Por qué?
Porque la ausencia me llueve
Porque la angustia me reboza.
Realmente es una eterna caída
Fugaz y etérea
Como mi estadía
De alma en pena
En un vacío sereno
De agónica espera.