domingo, mayo 25, 2008

Luces de mayo



Con un ocaso escondido entre las nubes
Silencioso y de mirada rojiza
Murmuraba un aliento viejo y mudo
Donde el sabor de las cosas cambiaba
Y la gente afuera se veía difusa
Caminando como sombras en el purgatorio
Sin más recuerdo que el de su andar
Y los ojos sin miradas
Y las palabras sin voz.

Mas una guitarra vieja bajo una manta
Y una tonada con olor a café y cigarrillo
Se entibiaban en la reverberancia de una sombra
Como sólo sabe hacerlo un día gris
Como sólo sabe hacerlo la bulla llena de caos
Y el caos lleno de silencio
Al amparo de las bocas
Que humean un frío punzante
Y un vano reclamo
(Entre murmullos).

Y la noche, aquellas noches
De sueños lóbregos y lunas tímidas
En que el ropaje forma parte de un ritual
Más que un abrigo ameno
Junto a la oscuridad de los párpados
Junto a la arritmia del pestañeo
Se hace presente la sordidez del vacío
En cada esquina
En cada poste de luz durmiente
(Entre balas de sangre y llantos desesperanzados).

Cae en un callejón un poema
Y las casonas viejas se estrechan
En un canto sublime cobijado por árboles desiertos
Y calzadas desniveladas
Por los pasos de un día inefable
Cuan sonido retumba en ecos extraviados
Y ventanas azotadas por la brisa que provoca
La hoja de un libro al ser leído
(Hojas amarillas y con olor a pasado).

Sumido en el extrañamiento
El paisaje augura un recuerdo nimio
Entre el ocaso rojizo tras las nubes
Y el amanecer grisáceo entre la cordillera
De lo que es el relato de cada ser
Y cada relato de la ciudad
En los detalles de cada minuto en la diversidad
Y sus valles de misterios mundanos
En todos los boliches de cada hogar.

Oh así es como nos plantamos
Inermes ante la abstracción
De cada estación del año
Mirando con melancolía aquel atardecer
Dando fruto al silencio con aliento viejo
Guarecidos bajo las luces mudas y tenues
Y sobre las sombras que hacen otro mundo
(Bajo nuestros pies)
Siendo y no siendo los mismos.

Oh si, cada día de mayo.


lunes, mayo 05, 2008

Cuando se olvida con ironía




En la vasta penumbra de los minutos
Se esconde un gélido desencuentro
En que mi mirada se ausenta para apreciar
Como mi carne se transforma
Pedazo a pedazo
En una olvidada materia
Igual a una huérfana turgencia.

Las luces de la ciudad yacen frías
Y el sonido opaco del silencio hace voz mutua
Al color agrio de la desesperanza
Que se retuerce en mi piel
Piel de río seco
Piel de polvo disipado
Gélido desencuentro en que mis ojos se ausentan.

Tras el triste oscurecer de la noche
Mi cuerpo se desprende de mi vida
Y mi vida se desprende de mi ser
Para morder nuevamente el olvido
Y despertar sin carne sobre mis huesos
Y atarlos a un naufragio impoluto
Para sonreírle nuevamente al mundo.

O dibujar mi sonrisa en una bandera
Y pasear por valles llenos de colores
Mientras el resto mira y asiente
Mientras el resto olvida y no siente
Oh, perfecta ironía de los placeres
Perfecto desencuentro inadvertido
Tal cual mis ojos se ausentan para apreciar.

Las vastas horas fuera de todo
En que la noche te fuma en su pipa indiferente
Y la ciudad te deja al borde de ti mismo
Recordando que estás olvidando
Inherente a una dulce extinción
Llevado por una terca sonrisa
Tocado por millares de ojos de ausencia inexorable.