Diálogo sexto.
- Escribo para denunciar, esta analogía que me tiene loco. Es ella… la razón, que no me gusta como se comporta a veces, ¡Es que es tan cierta a veces que me limita! Y no me gustan los límites… menos este tipo de límites, que me han hecho presenciar la muerte más grosera, cobarde y triste. No puedo hacer más que resignarme al hecho, está fuera de todas mis posibilidades e imposibilidades. No puedo creer como tenemos el enorme poder de dar muerte y no para hacer perdurar una preciosa historia. Me indigna todo esto, la ira comienza a rebozar mi enorme paciencia, carcomiendo mi sensibilidad, alimentándome ahora con la vesania en su máxima expresión. Tranquilidad. Lo sé… respiro, está bien. Puedo soportarlo (¿Una vez más?). Me remonto hacia algunos años, hacia algunas distintas situaciones en particular y vuelvo a retomar aquel tema que muchas veces no pude llegar a un consenso decente. La notable rivalidad entre pasión y razón. ¿Quién la entiende? ¿Quién puede soportarla? ¡Si es tan hiriente! ¡Tan irónica e irreverente! Tengo la seguridad de decir que soy un hombre bastante razonable, que cree en la razón, no tan fervientemente, pero es indispensable y necesaria. También, soy un hombre bastante pasional, que se deja llevar por ella, que la siente y se enamora… la pasión, impulso incontrolable y ciego que carece de finitud y dirección. En tanto, el hombre debe poseer aquellas dos virtudes y, debería mantenerlas en equilibrio para encontrar el bienestar. De acuerdo. Pero, ¿Qué hacer cuando debemos decidir utilizando solo una de estas virtudes dejando a un lado el equilibrio? ¿Qué debemos seguir, la pasión o la razón? Increíble, cierto. Podríamos responder que para algunas cosas hay que seguir la razón y para otras la pasión, no es bueno ser tan extremista, ya que para cada cosa hay una delicadez sustancial que necesita de un dominio de virtudes. La pasión incontrolada en la situación equivocada hace daño. Como también podríamos decir que la razón muy controlada en la situación equivocada nos limita de ciertos disfrutes. He ahí el equilibrio entonces, sentir la pasión y dejarse llevar por ella, pero, sustentada, basada, argumentada por un razonamiento previo que nos sirva sólo como una pequeña luz que nos guíe en el oscuro sendero de las ciegas pasiones… cierto. Pero ahora llego al punto esencial. En la práctica es muy difícil plasmar todo esto y actuar como con instrucciones para cada momento… simplemente no se puede. Estamos hablando de situaciones de vida, “vida”, la vida no tiene un manual, no tiene un formato. Por lo tanto, como seres masoquistas que somos vamos siempre a primar la pasión por sobre la razón, es evidente. Yo siempre lo he hecho así, por más que quiera razonar en los momentos más necesitados de razón pura, no me ha sido posible, simple y complejamente porque la pasión me sobrepasa ante cualquier concepto y precepto. ¡Y les pasa a todos! No soy el único. Aunque el problema radica esencialmente en el momento que la razón se sobrepone ante todo, cuando se vuelve implacable, irreversible, imponente y casi suprema… es allí, el pequeño problema, ¡Es allí mi denuncia! Cómo una realidad tan completa de verdad y razón puede llegar a ser tan fría… tan cruda. ¡Cómo puede ser tan insensible que, sin escrúpulos da una puñalada por la espalda a la pasión! Negándole la subsistencia, acaeciéndole la inexistencia como único camino viable. Haciéndola entender que, el tiempo se encargaría de la putrefacción del todo intangible. Crudo. Pero lamentablemente cierto. La razón tiene todo de su nombre esta vez… y eso es lo más triste y lastimero, ya que la razón se sostiene de una convicción mental, sin embargo, esta debe ser recordada para darnos cuenta de su existencia y la pasión es una situación que está adherida en la piel, que roza cada uno de los detalles tangibles e intangibles de nuestro ser, que se acomoda en nuestros sueños, que se mimetiza en una mirada incierta, que envuelve nuestros ojos extasiando el paisaje… entonces, ¿Qué es lo más significativo y difícil de borrar? La respuesta es evidente. Por eso es doloroso que la razón venza todo, pero eso todo se vuelve más insípido y marchito, por eso dar muerte de esta manera es la sensación más impotente que exista. Es decir, sabemos que lo más razonable es desconectar a una persona en estado vegetal irrecuperable en vez de permanecer así, como una planta, el resto de sus lamentables días. Una inyección y listo. Sabemos que es lo más cuerdo, aunque duela. La razón mata… la razón provoca la muerte insostenible de muchas situaciones. Estoy viviendo en carne propia la muerte. La muerte de nosotros. Cuento, nosotros falleció trágicamente siendo víctima de la eutanasia, murió en manos de la vil razón… es vil porque es cuerda… ¡Yo no necesito cordura! Nosotros está siendo velado en la más triste de las despedidas, creo que puedo soportarlo, ya lo acepté… aunque eso no quiere decir que no estoy destruido por dentro, el dolor recorre mis venas y la pena llora acurrucada en el regazo de mi corazón. La rabia es un concepto que en este momento aflora en mí… es que no puedo hacer nada, al parecer la eutanasia era la mejor muerte que podría haber tenido nosotros… te extrañaré.