miércoles, noviembre 17, 2010

Sustancias (De la breve sensación)

      

       El poema es una circunstancia, casi como una fotografía, donde se expresa un sentir radicado en cierto momento en el tiempo. Es único no sólo por su esencia, sino por su realidad momentánea, por su contexto. 
      El poema es una pequeña realidad, el sueño de una noche, que no quita, aún, su inmortalidad, su trascendencia, esa calidad innegable.
       El poema es un fantasma pertinaz, una madrugada que sueña cada noche; mas un sueño que se acaba en un alba inconstante, una inconstancia interminable, una ocurrencia que levita sobre cada sensación.
       El poema es un fragmento de tiempo que se vuelve atemporal, la certeza más audaz de nuestra alma, el instante más genuino del hombre.

lunes, octubre 18, 2010

El vuelo




Emprendo un vuelo en silencio
A ras y con los ojos cerrados
Tomándote de las manos
Como si el tiempo no nos tocase
Alzamos un vuelo.

Emprendo un delirio silencioso
El delirio de vivir
Bajo los ojos de cada noche
Como si la luna nos acompañase
Volamos en delirio.

Tomo el secreto de la voz
Como si fuese una lucecita en la oscuridad
Una palabra, un soneto
Tan volátil, pero tan cierto
Un pequeño poema, un gran vuelo.

Alzo los brazos, sin esperar que alguien
                                               [me tome]
Sino para abrazar algo más que el cielo
Quizás la continuidad de mi vuelo
Sabiendo que lo perpetuo está en los instantes
Sabiendo que el instante es un parpadeo
                                                      [irrepetible].

Vuelo, sin ese desgano de la quietud
Y dejo una sonrisa en el aire
Para que lo imposible muera
Así que toma mi mano y volemos
Para que los sueños se jacten de mezclarse
                                       [con nuestro mundo].

Alzo un vuelo, cercano a toda lejanía
Como lo sería caminar con los pies sobre la
                                                                  [tierra]
Y hundirse en la indiferencia del respiro agónico
Y las raíces de la inmovilidad carcelaria
Ven, alcemos un vuelo.


jueves, agosto 26, 2010

Sensaciones




Una noche de luna llena decidí escribir
Sobre esos misterios de la vida
Vencido, lejos de alguna razón
Vencido, dejándome atrapar por el aire
En silencio, contemplando, aquellas hojas
En una dirección conjunta
Aquella alba, color de mi mirada
Que ya me ha abrazado, dejando huellas en mi piel
Dejando una mañana que extraña
Una causalidad con vestigios por doquier.

Aún, me niego a cuestionar
Sólo me detengo a mirar mis manos
Y sentir que no están solas; tocadas, tocando
Un momento íntimo como el mirarse a los ojos
Y sentir que no hay distancia
Como la luna y la noche
Como la boca y un beso.

Me detengo, para abrir mis ojos y ver esas postales
Que dejan el juego de dos alientos
Que se consumen a la vez que se dan vida
El ayer, que ahora parece vacío sin esos roces
Que el presente me hace extrañar aún en ellos
La sonrisa, que se escapa de la boca sin un porqué
Con la sola mirada que se hunde en un destello
Con un solo destello que da luz a todo el día
Un día que no basta, sino un número incontable
Para dormir bajo un abrazo y despertar,
Sin querer salir de él.

Me detengo y cierro mis ojos, porque extraño
¿Acaso no extrañarán los ojos a la mirada?
¿Acaso no extrañará la voz a las palabras?

Los misterios de la vida se nutren de no tener respuestas
Y se alimentan de la pregunta y la búsqueda
Mas, yo me detengo y no cuestiono
¿Es que acaso las nubes se cuestionan de ser abrazas por el cielo?
Me detengo y encuentro en el silencio lo que quiero oír
Que no son palabras, que no son respuestas
Sino una mano que se posa en mi piel
Una mirada que me busca y me encuentra buscándola
Un suspiro ajeno que nace en mis labios
Un ronroneo que rueda por cada caricia
Un día que espera con ansias a la noche, a otro día, otra semana
Y no me pregunto porqué
Solo me detengo a mirar la luna y ver tu rostro.

lunes, julio 19, 2010

Si tan solo otra ala...



Se me ocurrió que tal vez, este poema también podría servir para hacer un Shortcuts animado, con música de Yann Tiersen o algo así. ¿O estaré pelando mucho el cable?



Tras un día soleado o quizás nublado
Tras una multitud inquieta
Un ave se pasea por cada lugar
Pendiente, invisible,
Veleidosa, a veces
Irresoluta, a veces.

Tras una cortina de rostros desconocidos
Tras un bullicio inefable
El ave contempla lo que nadie ve
Ensimismada, sonriente
Inquebrantable, a veces
Tímida, a veces.

Tras el horizonte inalcanzable
Tras un día ya pasado
El ave vuela y sonríe
Susceptible, desnuda
Con una lágrima de alegría
A veces,
Con el rostro descubierto
A veces.

Tras el sonido de una brisa
Tras un manto neblinoso
 El ave descansa en su manantial
Distraída, volátil
Buscando, a veces
Dejándose encontrar, a veces.

Tras un concierto de relojes
Tras la erosión de la tierra
El ave contempla su reflejo en una pileta
Seria, impenetrable
Cansada, a veces
Resignada, a veces.

Tras una lluvia fugaz
Tras una lluvia implacable
El ave se divierte volando sin destino
Extasiada, sin voz
Alucinada, a veces
Anonadada, a veces.
Tras una noche larga
Tras una noche fría
El ave duerme sola en una cornisa
Onírica, utópica
Deseosa, a veces
Melancólica, a veces.

Tras miles de arreboles
Tras miles de albas
El ave ya no vuela
Imposibilitada, tullida
Sabia, a veces
Nostálgica, a veces.

Tras la consecución normal de la vida
Tras un largo otoño
El ave descansa para siempre
A los ojos de todos
Sempiterna, carcomida
Bella, a veces
Inconclusa, en ocasiones.


miércoles, junio 23, 2010

Sustancias (Un día de lluvia)




Llueve a cántaros. El viento (implacable y turbio) se lleva los suspiros como la verticalidad del agua, hacia horizontes desparramados, dejando huellas en cada ventana, dejando la mirada reposada en lo acuoso, dejando la mirada tras las bambalinas de una madrugada húmeda y en soledad, dejando la mirada caer con cada gota, como si las nubes fuesen los párpados, como si el cielo fuese los ojos.
Llueve a cántaros. El arrebol dejó de ser una transición ruborosa hacia la noche, a caminar en la clandestinidad tras las sombras de un cielo cubierto, envolvente de lágrimas diáfanas que purifican el aire, que hacen más fácil el recuerdo, que permiten tocar con una mano la ventana y sentir que el agua te toca y te absorbe, que te llama a caer sin caer en nada, sino caer como hojas secas en una brisa lateral. Infinito.
Llueve a cántaros. Y un frío te recorre la espalda como una mano ajena, mientras miras las luces de la ciudad como si fuesen luciérnagas inmóviles. Sientes en el aire la humedad, como estar rodeado de peces, como estar acostado en la orilla después que el mar se recoge, y un aliento invernal te roza la boca, entumeciendo tus labios, como besar el alba luego de la lluvia, como acariciar con tu mano una mañana fría.
Llueve a cántaros. Y todo se mezcla en una sola forma, como si lo difuso se hiciese parte de los detalles y algunos detalles dejasen de ser difusos, como si tomarme un café o mirar por la ventana fuesen un mismo acto que quizá ni siquiera fuese uno de los dos, sino otro; como si estar parado en una esquina o mirando por una ventana diera igual. Llueve a cántaros, y un par de gotas me avisan que debo salir de mi letargo, mientras llueva.

miércoles, mayo 05, 2010

Sustancias



"Caminé tumbado por una nostalgia incipiente, como si cada rincón, cada lugar fuese un recuerdo en potencia, como si me preparase de antemano a una situación el cuál recordaría un momento que aún no sucede. Y esa nostalgia incipiente se refería a eso, atrapándome en una burbuja jazzística que recorría pasados y futuros sin un fin cierto, sin un contexto determinado. Y el presente, una brisa que me llegaba de costado y me desviaba la mirada hacia conciertos sin tiempo, una sonrisa que nacía de mi boca sin que yo la quisiera, como una muestra de mi vulnerabilidad hacia subconscientes traviesos que van y vienen, como una muestra de mi descontrol hacia ingravidades lejanas que me añoran. Y caminé, tumbado por la impresión que me produjo darme cuenta cuanto había caminado sin recordar las calles por las cuales pasé. La burbuja jazzística se había desvanecido y me fumaba un cigarrillo con la convicción de recordar cualquier cosa pasajera. Y cuando comencé a recordar algo, arrojé el cigarrillo y seguí el compás del saxo con mis dedos, en realidad no quería recordar..."  

miércoles, marzo 24, 2010

La inefable alegoría del tiempo (Microrrelato)





El cadáver yacía tendido sobre la alfombra. El cuchillo había descansado por una hora en la cartera esperando probar la sangre por primera vez, en una noche silenciosa y estrellada de amargura, bajo la cual, ella había caminado varias cuadras a pasos nerviosos y rebozada de angustia, donde cada bocanada de su cigarrillo contenía una ansiedad ominosa. Antes de salir del hotel, había bebido dos copas de vino mientras pensaba que las cosas se habían extrapolado demasiado y que a cada minuto caía a un abismo insondable difícil de percatar, tan anónimo, tan mudo y tan etéreo como el mismo tiempo. ¡Oh, tan indiferente e ingrato que es! Habría pensado ella, con una calma que le desesperaba, no así horas antes, mientras lo planeaba todo, desnuda en la cama junto a su amante, que reía maliciosamente imaginando el resultado y ella tratando de responder a esa sonrisa, pero con un dejo de melancolía. Melancolía que debilitaba sus fuerzas cuando subía por las escaleras hacia su departamento, confundida entre un cúmulo de ira e indecisión. Y cuando estaba preparada, a espaldas de su marido que se dirigía a abrir la puerta, tras la cual estaba su amante que lo distraería mientras ella consumaba el cometido; ella se abalanzó cerrando los ojos siendo presa de un odio inconmensurable y le enterró el cuchillo en el corazón de su amante. El cadáver yacía tendido sobre la alfombra y ella sólo abrazó a su marido implorando el perdón.